«No sabía en ese momento que esto iba a marcar el principio del internamiento en masa de los uigures».

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Me llamo Mamutjan Abudrehim. Soy de Kasgar, Sinkiang, y vivo en Australia actualmente. Mi esposa, Muherrem Ablet, está presa en una ubicación no revelada de Sinkiang. Nuestros dos hijos (hija Muhlise de 11 años e hijo Hikmet de 6 años) están en Kasgar.

 

Foto: Mamutjan Abdurehim

 

 

de Mamutjan Abdurehim / Acaba con el Abuso de Transplantes

 

Traducido del inglés por Deives Collins

 

 

Me llamo Mamutjan Abudrehim. Soy de Kasgar, Sinkiang, y vivo en Australia actualmente. Mi esposa, Muherrem Ablet, está presa en una ubicación no revelada de Sinkiang. Nuestros dos hijos (hija Muhlise de 11 años e hijo Hikmet de 6 años) están en Kasgar.

 

Mi familia se mudaron a Malasia en noviembre de 2012 mientras cursaba mis estudios de doctorado allá. Sin embargo, le robaron a Muherrem el pasaporte, y por eso ella y nuestros hijos tuvieron que regresar a Kasgar para renovarlo después de que le negara un pasaporte de reemplazo la embajada china. Fue una separación familiar dolorosa, pero me mantenía en contacto constante con mi esposa y mis hijos durante ese periodo.

 

Luego, el 15 de abril de 2017, se la llevaron a Muherrem de nuestra casa en Kasgar. Le habían llamado para un «breve curso de estudio», que ahora sé que es un eufemismo para los campamentos de detención. Ella no podía saber que iba a pasar. Dejaron a nuestros hijos con nuestros padres. Yo no sabía en ese momento que esto iba a marcar el principio del internamiento en masa de los uigures. Mi esposa debe de haber sido una de los primeros en ser llevados.

 

En mayo de 2017, me mudé de Malasia a Australia, donde estoy ahora. Había leído informes de que Egipto deportaba a estudiantes uigures a china, y temía que Malasia hiciera lo mismo.

 

A finales de mayo de 2017, Muherrem me envió un mensaje diciendo que había vuelto a casa por un día. Un par de días después, cambió su foto de perfil y me quitó de su lista de contactos – presumiblemente antes de ser devuelta a los campamentos. Supongo que la forzaron a hacerlo. 

 

El 2 de mayo de 2019, me encontré con un video de mi hijo en la página WeChat de un famiiar. Gritaba con euforia: «¡Mi mamá ha graduado!» Sabía que eso significaba que la habían liberado. No recuerdo cuántas veces vi frenéticamente el video ese día.

 

Tenía la impresión de que por fin estaba a salvo en casa. Pero luego, tres fuentes en Kasgar me enviaron palabras clave mediante WeChat para avisarme encubiertamente que se la habían llevado a Muherrem de nuevo, esta vez aparentemente con una condena de cinco años de prisión. Quedé destrozado. No conocía las circunstancias precisas del segundo desaparecimiento de mi esposa, pero sospecho que la detuvieron de nuevo en algún momento durante 2019. Su condena se ajustaba con la pauta prevalente de que los ex reclusos volvieran a ser detenidos y condenados a penas de prisión.

 

No hay palabras para describir lo angustioso que me han sido los últimos tres años. Nunca me imaginaba cómo sería perder a mi familia en un agujero negro donde nadie sabe qué pasa. Durante años no hablaba del internamiento de mi esposa; no tenía información concreta sobre su desaparición, y todos suponíamos que este «programa de estudio» iba a ser de corto plazo. Además, quería agotar todas mis opciones legales y diplomáticas para llevar a mi familia a Australia, pero no podía utliizar esas vías debido a que aún no soy ciudadano australiano. Sin embargo, al enterarme de la condena de mi esposa, empecé a manifestarme para exegir su liberación y la reunificación de mi familia. Mis correos electrónicos a la embajada china en Australia y al Ministerio de Relaciones Exteriores en Pekín quedan sin respuesta.

 

CNN cubrió mi historia en 2021, y luego de eso el Ministerio de Relaciones Exteriores de China informó vagamente a los periodistas de que a Muherrem se la había condenado no a cinco, sino a nueve años de prisión. No revelaron nada respecto a su paradero. Se ha cortado la línea telefónica de su casa. No tengo forma de contactar a mis hijos ni a mis padres ya que todos tienen demasiado miedo para contactarnos. En este momento, abogo en público además de en privado mediante el Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio de Australia.

 

Mi historia es solo una entre muchas, muchas más que hay por todo el mundo – por cada miembro de la diáspora uigur que cuenta su historia, hay cientos de miles más que no lo hacen por miedo a las represalias del PCCh. Conozco a muchas otras familias, particularmente en Turquía, que también han sido separados y no tienen forma de comunicarse con sus familiares perdidos.

 

Como familia que nunca infringió la ley, merecemos justicia y reunificación. No se debe someter a personas inocentes a este nivel de agonía y sufrimiento simplemente por ser quienes son ni por sus creencias.

 

 

Acerca de la fuente:

La Coalición Internactional para Acabar con el Abuso de Transplantes en China (ETAC) es una coalición de abogados, académicos, éticos, profesionales de la medicina, investigadores y defensores de los derechos humanos dedicados a acabar con la sustracción forzada de órganos en China.

 

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